Mis manos
transpiran otra vez, el acero frío de la reja de mis ojos, las enloquece. Mi
cabeza se ha transformado, mis intestinos son ahora cadenas que atan mi alma. Triste
veo desde dentro de mí a las personas
andar; al pobre sufrir y al rico robar…
Agarro mi arma y
salgo a matar, inconsciente, embroncado, sediento, hambriento! El sol azota con
odio la tierra, nos está cocinando de a poco, lento y dolorosamente. Trabo mi mandíbula
y afilo mis dientes, el cemento es selva, salvaje gris, salvaje asesinato…
Velozmente me
deslizo por las alcantarillas de esta ciudad; cae la noche y no estamos para
cuentos, estamos para la acción!!! Una, dos, tres, cuatro, cien víctimas se
desploman a mis pies, el sabor a sangre se huele desde lejos, hasta en el
desierto más seco; indomable sensación. La policía me está buscando, desea
cazar…
En momentos como
este no encuentro las palabras para definirme, el olvido es así. Como lo ves.
Tuve todo y tuve nada, rompía siluetas con mis ojos, rompía risas, pero ya no,
ya no más. Me desarticule, me fui de este mundo, tirándome (por donde iba) al vacío,
a la oscuridad. Saboree la victoria con mis labios, pero no eran los míos, los
de mi corazón; mis cuentos hablaban de mí en sus hojas, en sus letras… vagos
recuerdos. Y una y otra y otra vez rompía mi sien con las pastillas, venenos en
cápsulas (lo que daría por volver a hacerlo) me desvanecía, con el viento me
hacía uno y paseaba y reía y soñaba.
Nunca pude pisar
bien en esta tierra, creo que mi estadía en este mundo fue equivocada, mal
hecha. Yo merecía perderme en otro lado, en otra situación. Boca abajo
respiraba mi vida tan frágil como el tiempo, tratando de no ver a los ojos a la
realidad, jodida realidad; estaba pendiente de la inconsciencia que me rodeaba.
Era como si en realidad no pensara, bueno… todavía trato de no hacerlo mucho.
Como extraño esos momentos de soledad matutina, cuando pude tener tus sentidos,
amarlos, para después destrozarlos con palabras bonitas de doble filo. Me
confieso… tuve responsabilidad, responsabilidad de destruirte sádicamente con
mis manos con mis palabras, con la mentira de ser yo.
Fui recortado de
todo, termine lejos de donde había empezado y me arrepentí, aunque eso no
cuenta en las verdades de los mentirosos.
Pero después de una
noche productiva, viene la calma. Me echo a dormir, pienso mientras duermo,
calculo mis movimientos… asesino frío y calculador; pena de muerte o muerte de
pena, esos son mis dos finales. Ensangrentado, rabioso y sobre todo victorioso.
Se hace de día y yo salgo a la calle, sufriendo por dentro pero hecho un señor,
soy un señor en este mundo en esta realidad. Una bestia hecha “hombre”, el
hombre hecho prisionero, agonizante…
Con el vil metal se
compran personas y con el plomo frío me adueño de sus almas, me alimento de
personas… pero soy un señor y no gracias al dinero. Pero justamente mi alma, mi
alma!, se desgrana como el aire y sueña ser libre, pero está atada y los ojos
me sangran, no me libero, pero te veo.
La bestialidad
vuelve a tomar forma, fuerzo palabras y antes de matar mis labios (morados por
el frío y quebrados por mil drogas) articulan un: “Adiós mis queridossss”,
familias enteras caen como capullos de algodón y mis fauces devoran sus huesos.
Todo un caníbal con estilo. Prendo la radio y la dulce melodía del rock
calienta mi sangre, enciendo un cigarrillo; sobre mi cama yace el cuerpo de una
mujer, ayer sus piernas me abrazaban y hoy no se mueve, pero no importa, sus
ojos descarrilados son buena compañía. El insomnio es buen estimulante, dulces
ojos rojos… jumm!!!
Mi conciencia
traslada a mi cuerpo cansado hacia la cama, dulce cama. Catorce horas de
trabajo, donde lo único que está en mi cabeza es el sueño. Me acuesto junto a
ella, su cuerpo frío me hace transpirar. La acaricio, toco su piel, en donde
antes había sudor ahora hay sangre, roja sangre, azul, violeta, claro, amargo…
Cierro los ojos y
esfuerzo mi imaginación al máximo, es en esos momentos en los que no me
gustaría ser yo, ser otro y ver esta escena (como en una película), ver a ese
pobre diablo acostado al lado de un cadáver y reír, cómodo en mi asiento, esa
cruel comodidad burguesa. Pero esta presión, esta tensión en mis ojos en mis
manos y en mi sien no me dejan ni un minuto.
La sangre de esa
mujer comienza a corroer mi cuerpo, fría sangre. De un salto me paro al costado
de mi cama ¿estoy decidido a ir por más? Seguro que si. Agarro mi arma…
metal, asesino metal, aspiro tu olor y me gustás. El cielo cae de rodillas
frente a mi y mi arma, cualquiera de las dos. Un poco de whisky que afecte mi
conciencia y salgo hecho un señor…
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