La locura
Mis días no pasaban, demasiadas horas para mi gusto. Días y noches eran lo
mismo; mi trabajo era basura; mis lágrimas ríos y mis manos… mis manos rotas,
grises, dolidas, no me hablaban.
Cuando visitaba a mi
vieja, ella hablaba, mientras que mi mente tejía enormes redes de sueños y fantasías.
Todas ellas arruinadas por la dura realidad, odiosa y opresora; viajaba en
las más altas nubes, caía en los más bajos fondos. Y nada, tan solo nada, eso
era mi vida (de colores pálidos, de aromas con gusto a humo, a miedo a dolor…)
De tanto en tanto la
soledad golpeaba a mi puerta, pero lamentablemente una de esas veces fue
certera. Los amigos se esfumaron como los sueños más felices, en este mundo de
cruel realidad, los amores que alguna vez tuve ya no estaban, estaba sólo como
siempre lo había estado en una muchedumbre, pero no creía que alguien lo sabía
(tal vez por mi fría personalidad). Es así éste dragón, te devora y no perdona, da escalofríos sentirlo así…
La verdad lastima y
puede llegar a ofender, créeme que yo lo sentí así. En ese momento no rescataba
nada de mi, de nadie (hoy tampoco) porque me di cuenta que todo es nada acá, en
esta tierra parloteante y cruel.
Estaba desmoronado,
las ruinas de mi no decían ni una palabra, la alegría había dejado este cuerpo devastado por el olvido (duro, durísimo olvido). A veces pienso que es una pesadilla
todo esto, me ahogo en ella y todo desaparece, termino lastimado en cada lucha,
es una característica de mí, la de un perdedor. ¿Cómo describirlo…?, mi corazón
creía en algo que fue desmentido y las esperanzas no valen de nada…¡¡¡socorro
por favor!!!
Esta depresión, este
pozo, llegaba hasta lo más profundo de mí. Ya no quería hacer nada, estaba
cansado aunque sea joven, no valía, mi destino terminaba siendo oscuro. La
gente no mira a un herido como yo, que supo ser victorioso (el más grande) al
que todos amaban y odiaban de igual manera, pero hoy me queda algo peor que el
odio… la amarga soledad. No sé que será de mi futuro, tengo cansancio encima de
mis hombros… ¿Qué puedo hacer?
Solía caminar,
siempre a la orilla del río (amplio y majestuoso), pensando en cómo sería la
vida debajo del agua; sin sonidos, sin humo, sin palabras. Donde las lágrimas
no se ven, y en esos momentos sentía que el esqueleto se me escapaba del
cuerpo, rompía mi piel, la desgarraba y dejándola tirada se iba, sin pudor… y
con él se iban mis ideas, como si nada terminaba en el piso, borracho, corroído
por el odio, por el asco, por la locura. Vomitaba mi alma a cada trago,
imaginando que un supuesto héroe, un superhéroe, me rescataría y sería mi amigo,
invitándome a volar y salvar gente. Fantaseaba con eso mientras tomaba, ese
ácido amigo y confidente, en el que se transforma el vino barato para un
borracho perdido.
En los mediodías, mi cerebro se abría y salían de
él un sin fin de flores, flores hermosas, flores que se iban con el viento,
flores hermosas pero de débiles… tenían el olor a la amargura. ¡Y yo!, miraba
al cielo, en busca de mi amigo, ese héroe. En ciertas ocasiones, me sentaba en
las plazas a ver a las personas hablar e imaginaba que charlaban conmigo, que
las hermosas mujeres que pasaban se acercaban a besarme, que me miraban, que me
amaban. Y que luego de declararme su amor incondicional, me dejaban sin motivo.
Creo que eso me gustaba como se sentía, el amor perdido. Lo
disfrutaba, me sentía identificado, me encantaba. Solo yo, yo y nada más que
yo. Esa era la motivación. ¿Egoísmo?, puede ser. ¿Masoquismo?, no lo creo. ¿Autolástimas?,
¿Estupidez?, no lo sé, pero si sé que era LOCURA.
Comía imaginación y
bebía alcohol.
El momento
Ya flaco, barbudo y
con la imaginación seca, me recuesto en mi cama de espinas y el llanto me
invade, la oscuridad (fría y demoníaca) empieza a apropiarse de mi cuarto, los
pequeños crujidos se vuelven ruidos espantosos, la locura ya me murmura al oído,
me envuelve, me come, me bebe, me hace parte de ella y la hago parte de mí. Es
un momento mágico, cruel y mágico…En medio de ese éxtasis demencial, siento una
mano en mi pecho, y con esa mano una cálida y
tranquila luz. Así llegó por primera vez uno de esos bellos ángeles a mi vida,
ese momento fue SUBLIME, sus ojos me aclararon mi oscuro rostro de miedo.
Intente hablarle, pero me puso una de sus manos en mi
boca, luego me acarició la cara y me beso. Las palabras no fueron necesarias en
ese momento, en esas horas en esos minutos (había perdido la poca y corrompida
noción del tiempo). La cama de espinas se convirtió en el mejor y más fino
aposento, la habitación se iluminó y ella se entregó a mi. Su piel, olía a
jardín; sus manos curaban las heridas de mi alma; su boca me besaba y parecía
que me asfixiaba pero nunca me quedaba sin aire; sus piernas me abrazaban, se
enroscaban en mi cuerpo; y sus preciosas alas se abrían y se cerraban, se
estiraban y se encogían, blancas como la nieve, suaves como una nube.
Cuando desperté ella
ya no estaba, ¡¡¡me dejo!!! , ¡¡¡NO PUEDE SER!!!
¿Qué va a ser de mí?,
la angustia me había empezado a comer, no sabía si había sido real o no, si era
uno de los tantos juegos de mi mente… trataba de plantar los pies en la tierra
y razonar, pero era algo que hace mucho no hacía, era algo que había dejado en
desuso. No era algo que me daba gracia, al contrario, me sentía tonto, un
perfecto imbécil, porque no había sido parte de aquella ilusión, sino que había
sido una víctima de ella.
Estuve así todo el
día, preguntándome, haciendo cálculos, no sé, cualquier cosa que me pueda dar
una razón para lo que pasó la noche anterior. Al mediodía, tratando de que no
me sofoquen las preguntas salgo a la
calle a hacer mi juego diario de las conversaciones con extraños, me siento en
un banco de la plaza y espero a mi primera víctima, había salido a matar,
afilado como un cuchillo, con mi cabeza hecha un arma, estaba totalmente
sacado, raro, con energía, con ánimo. Y que veo, la primera mujer acercándose,
era linda, pero las balas de mi imaginación no salieron, no respondieron, ¿Qué
me está pasando?, ella era ese ángel, me quedé estupefacto. La muchacha pasó
sin prestarme atención, y esa actitud fue como un puñal, ¿Pero cómo, si anoche
estuviste conmigo?, ¿no te acordas?, y ella nada. Sentí que mi cuerpo me
dejaba; veo más allá y pasa otra mujer (mi sangre se congela) también es ella,
y otra mujer y ¡¡¡también!!!! ¿Por Dios que me está pasando?
Salgo corriendo y
las calles se me hacen eternas, cruzo de una vereda a la otra, vuelvo a cruzar
y así hasta que caigo rendido en un descampado. Las dudas me agobian, me
taladran en la cabeza. Tomo aire, prendo un cigarrillo, y me repito una y otra
vez que esto no es gracioso, que no quiero esto, que no es mío.
Después de un rato me calmo, me meto en un bar, pido el mismo veneno de siempre, y empiezo a tomar como si fuera la última vez, y en mi mente se pasan las imágenes de ese hermoso ángel, gimiendo, gozando, mirándome, como un lobo mira a su presa; estoy aterrado y eso me obliga a tomar y a fumar, un cigarrillo tras otro, un trago tras otro. Así el día se hace de noche, me echan como un perro pulgoso de aquel bar, y me voy a caminar, por esas calles negras y tan bien conocidas. Llego al rancho que es mi palacio, miro la heladera y no hay nada, solo un vaso con agua, hago una sonrisa, prendo otro cigarrillo y me voy a la cama. ¿Cómo poder explicar lo que vi?, ahí estaba recostada una hermosa mujer, morena de piel y de ojos negros penetrantes, me hizo una señal para que me acerque e hipnotizado fui hacia ella. Otra noche como aquella noche, gloriosa. Pero también tendrá el mismo fin…
Después de un rato me calmo, me meto en un bar, pido el mismo veneno de siempre, y empiezo a tomar como si fuera la última vez, y en mi mente se pasan las imágenes de ese hermoso ángel, gimiendo, gozando, mirándome, como un lobo mira a su presa; estoy aterrado y eso me obliga a tomar y a fumar, un cigarrillo tras otro, un trago tras otro. Así el día se hace de noche, me echan como un perro pulgoso de aquel bar, y me voy a caminar, por esas calles negras y tan bien conocidas. Llego al rancho que es mi palacio, miro la heladera y no hay nada, solo un vaso con agua, hago una sonrisa, prendo otro cigarrillo y me voy a la cama. ¿Cómo poder explicar lo que vi?, ahí estaba recostada una hermosa mujer, morena de piel y de ojos negros penetrantes, me hizo una señal para que me acerque e hipnotizado fui hacia ella. Otra noche como aquella noche, gloriosa. Pero también tendrá el mismo fin…
Los manantiales de casa roja
Los malvones
saludaban el paso de cualquiera, el rocío de la noche anterior los hacía como
de vidrio. Yo estaba caído, mi cabeza ida y mis manos sangrando, pero dentro de
todo me sentía bien, sin expresarme camine por el pasto, el patio estaba
agradable, verde y soleado.
Los ojos me ardían,
el sol con su cabellera rubia me aclaraba que ya era casi mediodía, no sabía
dónde iba, tan sólo caminaba en ese inmenso lugar. Los pájaros discutían por un
poco de comida, unas migajas de quien sabe que, las alimañas lo mismo; todo era
hermoso superficialmente, pero en lo profundo se veía una lucha feroz. Esos
malvones, ese pasto tan hermoso, eran plásticos, ese sol era violencia. Yo me
refugio en un rincón, tan temeroso, tan asustado por lo que vi… que decidí
escapar pero no sabía para donde; la duda de que si ese lugar era mío o no, de
que si la pobreza era mía o no.
Levanto mis ojos
buscando algo, implorando algo y duramente veo que ese Dios no existe, no
existe ningún ser capaz de complacer una angustia, de sanar ninguna herida, no
hay nada en ese silencio, nada más que una esperanza mentirosa…
Se me acerca una
paloma, no sé porque le empecé a hablar y a contar todas mis desventuras y todo lo que veía, era
como mi única amiga. Una imagen graciosa y triste, un poco bizarra a mi
parecer; todo un desahogo animal. Esta conversación unidireccional llevó varias
horas, ya que la noche cayó sobre el patio, ese manto oscuro da cobijo a todas
las especies “bajas”, cuando la especie que las oprime descansa; es como una pseudo libertad. Ríen, festejan, se reúnen, copulan… sus cuerpos y sus mentes
gozan de esa especie de libertad, aunque a veces dañina. Y yo estoy con ellos,
yo soy ellos, soy parte, estoy en esa masa de gente. Me animo, salgo de mi
refugio, y comienzo a pasear por ese lugar, soy impune, soy la noche, estoy así
por un par de horas más y vuelvo a mi casa, como un vampiro que vuelve a su
ataúd.
Y como la historia
ya lo viene mostrando, allí en mi cama, estaba una de ellas, pero una distinta
a las anteriores, pero igualmente hermosa. Esta era de piel clara y de cabellos de colores, y su risa era encantadora, en todo momento en que estuvo conmigo
sonrió, de piernas largas y de ojos de negro profundo.
Otra noche
Yo estaba en shock,
ni un pestañeo, ni un movimiento, nada. Cada vez que se iban y me dejaban al
despertar me quedaba por un rato largo como sin aire, era así, ME DEJABAN SIN
AIRE.
Caminaba por la calle fumando (como de costumbre) y en mis
manos un puñado de dilemas… ¿Qué me queda a mí de todo esto? ¿Qué gano de
ellas? Algunas veces me sentía preso y otras me sentía libre ¿Pero cómo
sentirme libre si estaba encerrado en este mundo, en este sistema?, ¿cómo
saberlo, si paso de la locura a la extrema locura? ¿Ángeles?
Noches espléndidas
fluían de sus ojos, como el agua de los manantiales. Las horas las hacían
minutos, eran noches de lujuria las que vivían en
mi cama, en esos momentos en que los ángeles llegaban. Caían sobre mi como
cazadores sobre su presa, sus besos enamorarían a cualquiera, sus manos fueron
capaces de tocar mi alma, de desgarrarla…
Me siento atado, con
una bola de metal sujeta a mi tobillo.
Una noche, después
de visitar el río, y de recibir ese aire refrescante, me encuentro con una de
ellas (esta vez no estaba en mi cama, sino que me esperó en mi puerta). Sus
ojos disparaban una y otra vez hacia mí, y sus dientes se clavaron en mi cuello
como un vampiro sediento, sentía dolor un dulce dolor. Agarro su cara, la miro
fijo y le pregunto porque estaba junto a mí, no me contestó, su boca solo hizo
una mueca de compasión y me besó. Me sentí indefenso, junto a semejante mujer o
ángel, sus piernas me abrazaban y sus manos, dulces manos de seda, me
acariciaban, me entendían, me cubrían. No fue igual que las otras noches. Me
había enamorado, aunque reniegue del amor, lo sienta fastidioso, enfermo y sea
una droga a la cual siempre le escape, en ese momento lo sentía y era mío. OH!
Vanidad, te presentaste con esa mujer y ahora no quieres irte, vanidad un lindo
y pesado lastre… una amante a la cual debo alimentar con mi propia carne. ¿Qué
locura vas a obligarme a hacer?
Me sentía con suerte y sin ánimo de dejarla
irse (creo que por eso esta vez no me dormí); dulcemente ese ángel se levantó
de la cama lista para marcharse, pero antes de que se me escapara la tome del
tobillo y, le confesé mi amor, mi perdido amor por ella. De mis ojos comenzaron
a rodar lágrimas gordas de verdad y pasión, pero sin decir ni una sola palabra
y mirándome con sus ojos penetrantes arrancó su pie de mis manos, juro que lo
que hice no lo quise hacer, pero lo hice… Me transforme en una bestia, en un
animal dolido, y con mi puño de acero la destruí; la quería pero ella a mi no y
eso no lo soporte. Envenenado por tanta locura destruí su cuerpo, su alma, lo
que amaba.
Luego de semejante
brutalidad humana caí de rodillas, lloré como nunca lo había hecho, maldecía
mientras su cuerpo yacía en mis brazos. Salgo a la calle atormentado por la
locura, no sabía donde ir, ¿la policía?, nunca iban a creerme que mate a un
ángel, ¿el loquero?, jamás iría a ese lugar, solo me queda la calle, ese lugar
nada pide a cambio…
Lo que quedó de mí
Las mañanas en las
que podía volar, las fui perdiendo en algún lugar y, me fui cortando poco a
poco en pedazos. Si alguna vez te hice llorar tuve miedo de terminar otra vez
con vos, de asesinarte, por favor no olvides de volver a mis ojos que te
esperan. Esa vez que yo te maté, yo no sonreí; tu cara se me iba borrando, muy
despacio… ¿por qué tiemblo cuando no estás a mi lado?
Tuve mil formas de
llorar (ya todas se me han olvidado), amargado tiro todo, cuelgo todo, acompaño
mi amanecer acartonado, tostado, mordido por mí y por la vanidad de ser.
Absorbo el Sol con mis alas, tibiamente recogidas al hombro. Los ojos del Sol
reían apacibles y sencillos, mientras yo estaba tirado dormitando en la hierba,
dulce hierba. Estaba vacío (retirado de mi mismo), sin maldad y sin sutileza
de ser yo; tan mío como tan tuyo. Así como me sentís…
Me cubrí los ojos y
las lágrimas rodaron por mi rostro nuevamente. Volví a llorar. Y pude ver por
entre mis manos tu belleza sagas, armoniosa. Tus ojos grandes y negros… tus
curvas de mujer plácida (muy delicadas) colgaban de vos, como flores. Pero cada
tanto caía, siendo yo, estando ahí, violeta y arrugado, solo de todo y de
todos, y vos ya no estabas. Esperanza tengo, de otra vez encontrarte (acá y
ahora), donde nadie nos puede encontrar, donde la oscuridad no llega pero la
luz alumbra, en ese lugar que sólo es para vos y para mi, ese mundo de
imaginación.
Te me vas lejos, muy
lejos, con tu corazón y el mío. No puedo encontrarte, las mañanas se me rompen
caen como lluvia, como espejos rotos del cielo. No sé más, no sé nada, no puedo
terminarme.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario